En muchos de los milagros de Jesús la sanación física va unida a la sanación del alma, al perdón de los pecados. Muchas veces Jesús despide al curado: «ve y no peques más». Jesús es el Salvador del hombre. Otorgar la Salvación no es solo otorgar la salud, educación, el bienestar, dignas condiciones de vida. La salvación es integral. Es la salvación del hombre completo. No acaba en este mundo material, alcanza a la vida eterna. Dios ama al hombre y quiere su bien, por eso nunca despide a ningún enfermo diciéndole «no te quiero curar», claro que le quiere curar. Pero no solo la «parte» que le interesa al hombre, lo más urgente, lo que le hace sufrir. Jesús mira por el bien eterno de la persona, lo cual incluye su cuerpo, su vida en este mundo, pero sobretodo alcanza a la vida eterna.
Quizá en la Iglesia tenemos muy claro que hay que cuidar del hombre. Ofrecerle salud, educación, bienestar. No nos es difícil valorar las obras de caridad y beneficiencia. Pero puede que olvidemos o pongamos en un segundo plano, como algo menos urgente la salvación eterna de las personas, que vayan al cielo. Los cristianos no nos podemos contentar con «atender» los necesitados, como si esa fuese toda nuestra misión. El amor al prójimo nos debe llevar a desear por encima de todo el bien supremo de cada persona.